miércoles, junio 08, 2005

Matutinalia

Después de acumular cientos o miles de mañanas, todavía podemos resistir y extrañarnos:
sorpresa por las vibraciones del corazón frente a un llamado telefónico, pero ya en el timbre se pueden presentir las intranquilidades que suscitará la conversación, el balanceo del tira y afloje verbal, los silencios repentinos.

Siempre a la mañana, pero preferentemente en el otoño, fundamentalmente en el invierno, y excepcionalmente en la primavera, la energía vitalis se canalizaba en la creación de preguntas existenciales, y un tipo de experiencia intensa que luego nos parecerá derroche, hablo de los 20, gold twenties, donde empezar y terminar una novela de 1200 páginas interrumpiéndola con agua mineral y un grabador al lado que testimonie para siempre la respiración de del escritor son cosas perfectamente naturales, que no tienen por qué escandalizar a nadie....

Cuando irrumpen en escena los agotadores 30 -descubrimos que las reservas de combustible no son illimitadas, algunos dilemas dramáticos se disuelven en la simplicidad, un día comenzó a existir una familia, un día empezó a dejar de existir otra, y otro día la que empezó a existir empezó a agrandarse, ahora ya se trata de energía-experiencia, donde la experiencia es elegida en función de su energía y la energía vitalis pasa a ser un fin en sí misma. El amanecer ahora y sus secuencias se nos presenta como vitalidad, organismo en proceso, y la vida llega a ser una obra de arte, el mañana también espera, y no hay nadie que te avise que acaba de llegar el punto de inflexión que a todos "hace madurar".

Los 30 ponen en verdad a rodar una serie de eslabones concéntricos que hacen que el capitalismo sea lo que es: la familia como verdadera compañía, el mundo y la adicción al mundo del trabajo y de la producción, la espirtualidad corrupta del dinero, las bellezas, esplendores y miserias de pertenecer a múltiples organizaciones: sociales, personales, globales.

Los 30 anticipan un techo de la potencia física, cuando encarás una sesión de entrenamiento intensivo en el bosque un mediodía de invierno y el aire te quema los pulmones o los músculos no generan combustión, cuando al beber el tercer whisky un hígado más irritable pide que no lo maltraten excesivamente, o al levantar unas cajas en el cuarto de los desperdicios la vértebra se estrangula junto a un músculo contracturado y se abandonan los pártidos de tenis y la cantidad de calorías que se dejan de quemar se asocian con el placer del cuerpo recién bañado y perfumado que se sienta a la mesa a paladear la pasta y el buen vino.